EL
“ACEBUCHÓN”
Andrés
Alberto Amarilla Toril
Cronista
Oficial de Santa Marta de Magasca
Índice
1. Espacios naturales protegidos
2. Árboles singulares
3. El Camino de Monroy
4. El Acebuchón
5. Propuesta de declaración de árbol singular
6. Conclusión
1. Espacios
naturales protegidos
“Según la Ley de Conservación de la Naturaleza y Espacios Naturales de
Extremadura recibirán la declaración de
Árboles Singulares los ejemplares o agrupaciones concretas de árboles,
autóctonos o no, en atención a sus características singulares o destacables que
los hacen especialmente representativos, atendiendo a su edad, tamaño, historia
o valor cultural, belleza, ubicación u otras características análogas”.[1]
A finales de los años
noventa del pasado siglo la legislación autonómica publicaba el Decreto 4/1999
de 12 de enero para la Declaración de Árboles Singulares de Extremadura. Este
Decreto sumaba otra figura de protección de la naturaleza a las ya existentes y
a las que han venido después, pues esta de Árboles Singulares se mantiene desde
entonces: Parques Nacionales, Parques Naturales, Monumentos Naturales, ZEPAS, y
un largo etcétera que conforman la Red de Áreas Protegidas de Extremadura
(RENPEX)[2]. No en vano, el 30 % del
territorio extremeño se encuentra bajo alguna figura de protección de éstas
(más de un millón de hectáreas). Otra cosa es que tal “protección” sea real o
efectiva, que repercuta en beneficio de la población y el turismo o que
siquiera algún vecino de los pueblos que engloban sepa al menos qué son estos
espacios o que allí existen. Desde luego que más allá de que en algún colorido
mapa que quizás ocupe algún despacho de Mérida o algún desvencijado cartel de
madera junto a una solitaria carretera, a no muchos extremeños les suena que
cerca de donde viven haya un “espacio natural protegido”.
En el caso de Santa Marta de
Magasca, nuestro término municipal y su entorno se encuentran afectados en su
mayor parte por estos reconocimientos, cuyas siglas cambian en ocasiones según
las novedades legislativas coyunturales, pero que en la actualidad son: ZEPA
Magasca, ZIR y ZEPA Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, LIC y ZEPA Río/Riberos
del Almonte.
2. Árboles
singulares
En toda la Penillanura
Trujillano-cacereña no se encuentra un solo árbol que sea “singular”, y ello a
pesar de albergar una de las grandes reservas de bosque mediterráneo de la
Región: los encinares y acebuchales de las dehesas, pequeñas sierras y riberos
de la zona.
Fuente: GOBIERNO DE EXTREMADURA, Árboles singulares de Extremadura (síxtico), Mérida, 2015. Desde este año hasta este 2022 se han descatalogado algunos ejemplares y declarado otros nuevos.
Los árboles singulares más
cercanos a Marta son las tres famosas encinas ubicadas en el área de la Sierra
de Montánchez: la Terrona, la Nieta y la Solana. Además de la encina y el
acebuche apenas hay otras especies por estos parajes, al menos no de forma
abundante y representativa. Los riberos del río Almonte y sus principales
afluentes (Tamuja, Magasca y Gibranzos) son una magnífica reserva natural de
arbolado autóctono que suponen un verdadero pulmón verde entre la agostada y
yerma penillanura. A su vez, este bosque es el hábitat y refugio de numerosas
especies animales, en especial de aves rapaces. Son espacios deshabitados, que
en las últimas décadas han aumentado su número de árboles y el sotobosque,
debido al abandono del campo y sus actividades tradicionales. Todo ello ha dado
lugar a espacios naturales con un grado de conservación de los más elevados de
Extremadura que combinado con la orografía agreste que imprimen los riberos,
crean unos paisajes de una belleza única donde la naturaleza domina los
horizontes.
En nuestro término municipal
abundan las encinas en las dehesas y los acebuches en las zonas más escarpadas
y de suelos más pobres. A pesar de haber buenos ejemplares en cuanto a tamaño y
antigüedad se refiere, no conocemos ninguno que creamos meritorio de
declaración legislativa.
3. El
Camino de Monroy
En el verano de 2017 nos propusimos recorrer
parte del antiguo camino que unía Marta con Monroy. Este viejo camino de
herradura, recogido aún en nuestro Catálogo municipal de caminos públicos,
partía del pueblo para adentrarse por las dehesas de Las Suertes de Brujas y la
Moheda, cruzaba el Magasca por el Vado de Monroy para, ya en término
trujillano, seguir dirección noroeste por Guadalperalejo, Guadalperalón, el
Quintillo, El Cubo, Capellanías-Cortijo de Umbría de Doña Blanca, Dehesa de
Casilla, hasta cruzar el Almonte por el Vado de Casillas y subir hasta Monroy.
El paso de ambos ríos era peligroso y aún imposible en tiempos de crecidas. Los
abruptos riberos se salvaban a través de serpenteantes “revueltas” que trataban de
minimizar la pendiente, reforzadas con enormes muros de lanchas de pizarra que
los afanados usuarios y lugareños se ocupaban de hacer y mantener para su
propio uso. Aún hoy se pueden ver algunos de estos vestigios de ancestrales
caminos.
Muros de nivelación hechos en mampostería de pizarra en el Camino de Monroy llegando al Vado homónimo.
Estos caminos apenas se
adivinan ya en el terreno y solo la memoria popular y los mapas antiguos
permiten saber por dónde discurrían. Como bien demanial que siguen siendo,
deben recuperarse para el uso y disfrute público.
Aún puede apreciarse en el ribero el
camino de Monroy y los muros. En el llano es imposible seguir el rastro.
4. El
Acebuchón
Siguiendo en aquella jornada
en la que recorríamos este viejo camino, llegando a la otrora importante vía
pecuaria de la Cañada Real de La Puente Mocha, por Guadalperalón, y muy cerca
del cortijo, encontramos un acebuche que nos llamó poderosamente la atención. Su
enorme tamaño, con una frondosa copa de gran altura nos parecía más bien la
agrupación de dos o tres árboles. Buscábamos una buena sombra en la que
descansar del sol que ya iba calentando en aquella tórrida mañana de estío. Al
acercarnos pudimos comprobar que se trataba de un solo acebuche, uno tan grande
como nunca antes habíamos visto. Su grueso tronco era una mole de madera vieja
que había crecido entre varios “dientes de perro”, absorbiendo parte de las
pizarras.
Del mismo salían grandes y
fuertes ramas, haciendo que la altura del árbol esté en 10-12 metros aproximadamente.
Su aspecto general era de ser muy antiguo, de tener varios cientos de años.
Datos de la ubicación de El Acebuchón.
El enorme tronco parece que
hubiera unido dos acebuches en uno, pues desde su base se bifurca en dos
partes, las dos muy gruesas, en especial una de ellas.
José Antonio sentado entre los dos ramales del Acebuchón.
Poco después nos enteramos de
que algunos vecinos del pueblo y gente mayor que llegó a andar el camino de
Monroy conocían este árbol, llamándole El
Acebuchón, el cual suponía punto de descanso en el trayecto, así como lugar
de asiento para los que habitaban en estas fincas.
Año 2017.
En este principio de 2022
hemos realizado una nueva visita al árbol, y hemos podido comprobar cómo ha
perdido ligeramente frondosidad y verdor. Es cierto que en invierno las
especies oleáceas pueden verse
afectadas por las heladas y sufrir procesos de defoliación y cambios en la coloración,
pero el aspecto del árbol es peor que hace cinco años. De hecho ha perdido una
de sus principales ramas.
Vista general del árbol. Enero de 2022. Puede
verse la rama partida, y en el centro una persona que da una idea del tamaño insólito
del acebuche.
Detalle de la rama partida por su base.
La rama debe haber cedido
por su propio peso. La madera del árbol se muestra muy envejecida, retorcida, y
áspera, sobre todo en su base, fruto de la edad, que es posible que supere los
600-800 años. Esto demuestra que el árbol se hace viejo y su fortaleza irá
naturalmente menguando, más sin aplicarle ninguna tarea de mantenimiento. Las ramas
más bajas aparecen sin hojas, debido a que se las comen los ganados de ovejas,
en especial en verano, cuando desaparece la hierba. Asimismo se le están
desprendiendo fragmentos del propio árbol, debido a la resequedad de la madera envejecida.
5. Propuesta
de declaración de árbol singular
En Extremadura hay actualmente 35 árboles singulares [3]. Castaños, robles, abedules, pinos, encinas, alcornoques, loros, olmos, palmeras, cinamomos, olivos, cipreses, quejigos, almeces, plátanos, cedros, madroños, tejos, enebros y magnolias. Pero ningún acebuche. Es difícil que pueda haber muchos ejemplares iguales en tamaño y edad que El Acebuchón. Tampoco hay ningún árbol con esta declaración en toda la Penillanura. En principio, El Acebuchón podría presentar los requisitos que establecen el artículo 25 de la Ley de Conservación de la Naturaleza y de Espacios Naturales de Extremadura, así como el DECRETO 4/1999, de 12 de enero, para la declaración de árboles singulares en la Comunidad Autónoma de Extremadura.
Las dimensiones y
características de este ejemplar de acebuche, los aspectos históricos (junto a
un camino público ancestral y muy cerca de la Cañada de la Puente Mocha, una de
las principales vías pecuarias de la trashumancia) y naturales del entorno
(parajes solitarios de la penillanura y riberos del Tamuja); hacen que sea
sobradamente un “árbol singular”, pero al no ubicarse en terreno público la
Administración no contempla su declaración oficial, además de encontrarse en un lugar aislado.
En la prensa se publicó que
el gobierno regional había aprobado un borrador que modificaba el Decreto
4/1999, que establecía que antes de Árbol Singular tenía que ser declarado
Árbol Notable, pero del que no se ha llegado a saber más, y cuya modificación
no llegó a aprobarse como ley. La Junta de Extremadura adjudicó el trabajo de estudio
y valoración de las propuestas de declaración a una empresa de Badajoz hace
pocos años. Hasta entonces este trabajo lo realizaban técnicos de la
Administración a través de sus organismos competentes, por lo que como podemos
ver, realizar una propuesta no es algo sencillo.
6. Conclusión
Varios siglos de existencia
ha de tener este majestuoso árbol y
muchas generaciones deben haberlo contemplado, sentado a su sombra o tomado
como referencia de una quedada o de un alto en el camino. En otros tiempos
cuando los campos rebosaban vida y gentes, que iban y venían por los caminos
que conectaban pueblos e historias, pero que la desidia y abandono actual se
empeñan en borrar para siempre; lugares como éste formaban parte de la
cotidianeidad de sus habitantes. Sus características extraordinarias no
debieron pasar desapercibidas para nuestros antepasados.
La declaración y protección de El Acebuchón no parecen posibles, pero con este artículo queremos dar a conocer al menos su existencia como algo extraordinario, que de haberse localizado en otro lugar, podría haber sido objeto de reconocimiento. Estamos ante un monumento natural, algo sorprendente cuya contemplación merece la pena, y no solo por sus llamativas dimensiones y características físicas y biométricas, fuera de lo común para un acebuche e incluso para cualquier árbol mediterráneo. El hecho de estar ante un ser vivo que pueda rondar el milenio de antigüedad, nos queda admirados, nos hace pensar en que quizás otros, hace cientos de años, ya se paraban debajo del árbol como ahora lo estamos nosotros, sin adivinar entonces que pudiera seguir existiendo en un futuro tan lejano. Su ejemplo no tiene parangón en esta tierra de suelos pobres y sequía permanente. Condiciones poco favorables pero en las que ha desarrollado una imponente robustez y tamaño. Quizás a este anciano árbol no le queden otros muchos siglos por delante, y pocas visitas ha de recibir, pero lo que es seguro es que pocos ejemplares de su especie pueden alcanzar a contemplar tantos amaneceres.
Agradecimientos: a Andrés y José Antonio, por las fotografías
y la compañía.
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