martes, 18 de julio de 2023

Las "Corralás” y el potro de herrar

 Las "Corralás” y el potro de herrar

Al sur del pueblo, en la calle Cementerio, queda un rincón conocido como las “Corralás”, desde años abandonado al abandonarse también mayoritariamente la tradicional cría del cerdo y las matanzas, cada vez más escasas.

Este rincón urbanístico forma una manzana en triangulo invertido, cortada por el centro por otra calle que deja un sector más al norte que es el que vamos a describir en este artículo.

 

Al este limita con el núcleo urbano y por el resto de lados con cercas particulares. La de la esquina noroeste, adquirida por el Ayuntamiento, pronto será una nueva calle que tendrá salida a la Avenida de España por el tanatorio y el consultorio médico.

Estas corraladas se comenzaron a hacer y dividir a mediados del siglo pasado. Se siguieron técnicas de construcción tradicionales, empleando la pizarra en seco y bóvedas por aproximación de hiladas y selladas con tierra. También se utilizó como argamasa barro, cal y hasta cemento. También se usó ladrillo y bloques de hormigón, todo ello debido a la evolución y reparos de los años posteriores.

Las entradas de las zahúrdas son mucho más grandes que las de las zahúrdas tradicionales, pues a mediados del siglo XX, por introducciones de razas de mayor tamaño, los cerdos eran más grandes que el cerdo ibérico puro.

 

En los pequeños cercados de las zahúrdas se cincelaron comederos y bebederos directamente en los canchales. Posteriormente también se hicieron algunos de estos con ladrillos modernos y cemento.


Más tarde también, se hicieron o reformaron zahúrdas con bloques y ladrillo, con tejados de teja, uralita o chapa, con cercados de dimensiones muy reducidas (entre 10 y 20 m²) que en algún caso solo permitían la cría de un cerdo o dos. También se hizo algún gallinero y pequeñas casetas de almacén, de techo de vigas de madera y teja, uralita o chapa. Estas construcciones se lucieron en algún caso con cal o, más recientemente, cemento. En tiempos más modernos se han construido pequeñas naves o cocheras.

 

Todo ello conforma un curioso rincón con origen homogéneo pero con una ecléctica arquitectura popular moderna, que combina los tradicionales materiales con otros más recientes. Se podría decir que es una reminiscencia de las formas antiguas de vida tratando de encajar en el mundo moderno, sin llegar a conseguirlo más allá de unas pocas décadas, cayendo finalmente en el abandono y en el olvido. El deterioro que presenta es testigo de ello, por lo que se antoja necesaria una actuación que tendrá lugar próximamente por parte del Ayuntamiento, una actuación urbanística que creará una nueva plazuela y que eliminará algunas de estas corraladas. Como ya se ha indicado, al ser construcciones recientes, con mezcla de materiales modernos y en estado de abandono, carecen de valor histórico o patrimonial, pero que se pretenden dejar reflejadas para su recuerdo en este artículo.

Además de las zahúrdas, destacan dos elementos en este rincón del pueblo. Uno está ligado a las entradas de las cercas de las corraladas y las propias zahúrdas. Se trata de las puertas. En las zahúrdas no es habitual que las haya, ya que el cerdo podía entrar y salir a su antojo, pero aquí hay un caso llamativo en el que además de la cerca, la entrada al dormidero también tiene puerta.

Las entradas a los cercones son estrechas, por las que solo cabe el cuerpo del cerdo y el del hombre. Son puertas bajas, a la altura de la pared (aproximadamente 1’5 m). Hechas de hierro, su cierre consiste en un pequeño cerrojo o dos. Están ancladas a la pared y en algún caso también a una toza a nivel del suelo que hace las veces de pequeño umbral. De las puertas más antiguas destacan aquí tres tipos. Una es de tipo reja sencilla, fabricada ad hoc en la fragua del pueblo. Otra es un cabecero de hierro macizo recortado para encajarlo en el hueco (siguiendo la costumbre rural de utilizar cabeceros de cama y somieres antiguos como puertas de las cercas), recubierto con lanchas de latón (para evitar las fugas de las crías del cerdo o “pelaillas”).

Y el tercer tipo de puerta tiene lugar en una corralada que queda fuera de la actuación urbanística y que presenta el curioso caso de tener cerradas no solo la entrada del corral, sino también las dos zahúrdas del interior. Son tres puertas llamativas porque están hechas por piezas con determinadas formas, aproximándose en los tres casos a formas circulares. La puerta del corral o cercón tiene ocho piezas con forma de molinillo de viento, cuatro a un lado y cuatro al otro, mirando cada columna al lado opuesto, por lo que da la sensación de que en movimiento, unos empujarían a los otros. Está reforzada con cuatro barras horizontales y una chapa en la parte alta.

Mirando a las zahúrdas, la puerta de la izquierda presenta doce piezas en cuatro columnas, con forma de ruedas de engranaje y de tamaños irregulares. Están dispuestas de tal manera que en verdad parecen engranar un mecanismo.

La puerta de la derecha presenta tres columnas de tres piezas cada una, nueve en total. Las dos columnas de la izquierda son molinillos como los de la entrada, mirando también cada uno al lado opuesto y enfrentados por tanto. La columna de la derecha son ruedas de engranaje, como los de la puerta vecina.

En todos los casos de cada pieza los tamaños y formas son diferentes. Todas presentan un pequeño orificio central, por lo que se puede afirmar que se tratan de ruedas de un antiguo trillo, apero agrícola para trillar, es decir, separar los granos de trigo de la paja; y cuyas ruedas irían unidas en ejes por este orificio central. De esta forma la reutilización de estas piezas sirvió para hacer unas singulares puertas.

El otro elemento destacado de este sitio es un potro de herrar. Está situado en el centro de la cerca más grande del sector en el que se encuentra (ver mapa al inicio del artículo). Se trata de los cuatro pilares prismáticos de granito que quedan de este elemento etnográfico, y que servía para herrar bestias de trabajo, especialmente bueyes. Es el único ejemplo que queda en Marta. Los cuatro pilares, de más de 1’5 m de altura, forman un cuadrilátero de reducidas dimensiones en el que a través de unos maderos y cadenas de hierro el animal quedaba atrapado para su herrado. Estos elementos se han perdido, quedando solo los huecos de los encajes de los maderos y del yugo para sujetar la cabeza, así como los puntos de anclaje de hierro de las cadenas, las cuales sujetaban por la barriga al animal mediante correas de tela.







Los potros de herrar eran antaño fundamentales para los pueblos y su uso era prácticamente diario. En el caso del de Marta, este vestigio vernáculo de notable interés etnográfico será conservado y supondrá el centro de la nueva plazoleta. La nueva actuación urbanística pretende poner en valor esta parte del pueblo y recuperarla al tránsito. Viene a completar otras actuaciones llevadas a cabo en los últimos años, como el hormigonado de una de las calles y el arreglo del camino de otra, con lo que este rincón será accesible a los vehículos, además de comunicar directamente la zona del consultorio con esta. Servirá también para recuperar y dar a conocer el potro de herrar, que pasará a formar parte de los recursos patrimoniales del municipio en un nuevo espacio urbano.


Andrés Alberto Amarilla Toril.
Cronista Oficial de Santa Marta de Magasca

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